BASQUETBOL NACIONAL E INTERNACIONAL

Nelson Quiroz-Rojas PERIODISTA: Canal Quintavision y Radio Valparaiso

martes, septiembre 30, 2008

SS.CC GOLEA A ISRAELITA Y ESPERA EL PLAY OFF

Con un contundente 108 a 40 Sagrados Corazones superó a Israelita en su último partido por el torneo de apertura del basquetbol viñamarino. Estudiantiles cerraron de forma invicta su participación y deberán medirse con Villa Moderna en un play off al mejor de tres partidos.



Muy distinto a lo vivido el año pasado fue el partido entre SS.CC e Israelita en la soledad del gimnasio Arlegui. Esto, porque el año pasado ambos equipos jugaron la final del torneo oficial de la ciudad jardín, al mejor de tres partidos. Pero, esta vez, el cuadro de colonia tuvo que recurrir a un civil en la galería para completar los cinco adultos que establece el reglamento. Pero, el jugador se presentó sin carnet de jugador y sin carnet de identidad y sin ingresar al rectángulo de juego, se fue a camarines al inicio del tercer periodo.



Con ese panorama y con un 18-0 de entrada SS.CC manejó el partido sin problemas y su rival, poco pudo hacer ante los campeones defensores, que no contaron con algunos jugadores titulares.



Ahora deberán esperan a que la Asociación programe el play off final ante Villa Moderna, que terminó segundo en la tabla de posiciones. Lo mas probable es que se juegue este viernes, sábado y si es necesario un tercer duelo el domingo.

sábado, septiembre 27, 2008

SS.CC VA EN BUSCA DEL TETRACAMPEONATO

Estudiantiles se miden con Israelita en su último partido del torneo de apertura. Si ganan, serán campeones invictos del apertura en Viña del Mar y obtendrán su cuarto titulo consecutivo.

Con un desfaz de más de un mes, en donde no se le programo partido alguno, SSCC jugará su último partido del torneo de apertura en la ciudad jardín ante Israelita el domingo a las 19:30 horas en el Arlegui. Los viñamarinos han ganado todos sus partidos previos y como lo estipulan las bases, si logra ganar de forma invicta el certamen, será campeón sin jugar un play off.

De vencer, los dirigidos por José Luis Verdejo, habrán obtenido su cuarto titulo en línea, tras haber ganado el apertura 2006, el oficial fue declarado desierto y los títulos del apertura y oficial del 2007.

Una de las novedades será la inclusión del pívot Cesar Abarca (1,94) quien reforzó al equipo colegial en la Dimayor Centro Sur, y fue adquirida su ficha en los pases entre temporada para jugar también en el torneo local.

miércoles, septiembre 10, 2008

Don Haskins: el valor de la voluntad

El pasado domingo falleció Don Haskins, técnico de los Miners de Texas Western, que hizo historia al disputar la final de la NCAA en 1966 sólo con jugadores negros. Aitor Pilán nos recuerda la historia de "El Oso", un entrenador ambicioso y con carácter que provocó el mayor terremoto de la historia social del baloncesto.

Don Haskins hizo historia hace 42 años. Con su muerte el pasado domingo, ‘El Oso’ ha pasado a formar parte del libro de la historia del baloncesto. En sus páginas doradas encontraremos la leyenda de un tipo que creyó más en 10 hombres que en sus historias. Le costó cinco temporadas. Llegó a Texas El Paso desde el banquillo del equipo femenino del instituto Hedley y, tras analizar los recursos económicos y deportivos con que contaba la universidad, recorrió el país en busca de jugadores que dieran un alto nivel a su sistema. Convencidos éstos, se los llevó, les colocó una camiseta de los Miners y, contra pronóstico, Texas El Paso se proclamó campeón de la NCAA en el año 1966. ¿Qué hay de especial en esta historia? El entrenador de aquel equipo era Don Haskins, el hombre que se atrevió a desafiar lo establecido y jugar un campeonato con un equipo formado por más negros que blancos. Los Miners de aquella época sufrían vejaciones en todas las pistas y, en la final, contra Kentucky, el entrenador decidió que sólo jugaría con siete hombres. Los siete de color que formaban el equipo. El coraje de aquellos pioneros quedará en la memoria como acicate de la victoria en el partido de baloncesto más importante de la historia.

Empezó su carrera como jugador en los Artesia Travelers, un equipo de la Liga Nacional de Baloncesto Industrial situado en Nuevo Méjico hasta que, cuando Don Haskins tuvo 23 años, el equipo se disolvió por problemas laborales de los trabajadores-jugadores que lo componían y él se vio totalmente desamparado y sin saber en qué ocupar su tiempo. “Nunca había pensado qué hacer”, decía un Haskins ya anciano. La situación le asustó y fue su mujer quien ayudó a forjar al mito con una invitación a hacerse entrenador. Haskins nunca había destacado mucho en la pista, pero tenía su coraje y su capacidad de esfuerzo. No le sería difícil encontrar la motivación en sus jugadores si éstos amaban tanto como él el baloncesto.

Desde Artesia se marcharon los Haskins hasta Benjamín, un pequeño pueblo de 230 habitantes, donde Don entrenó a su primer equipo y lo hizo como si se tratara del equipo del Oklahoma A&M (Universidad de Oklahoma, que antes era conocida como Oklahoma Agricultural & Mechanical College). Su dureza le hizo acreedor de una fama merecida y pronto un instituto de Hedley, Texas, llamó a su puerta. El crecimiento fue increíble para un técnico que acababa de empezar. Pasó de un instituto de un pueblo de 230 habitantes a uno de 400. Entrenaba a niñas, pero no cambió su manera de ver el deporte y su tenacidad convirtió, en los cuatro años que estuvo allí, a sus conjuntos en equipos rudos y de una defensa asfixiante. En un partido que el Instituto Hedley jugó cerca de El Paso uno de los responsables deportivos de la Universidad de Texas Western lo vio en el banquillo comportándose como si se tratara de la final de la NBA y poco después, ésta llamó a su puerta.

“Estábamos encantados de ir a El Paso, él podría entrenar en 1ª División viniendo de un Instituto de chicas. Fue una bendición para nosotros”, asegura Mary Haskins sobre cómo se sintieron como familia cuando Don aceptó el trabajo en la Western. Sin embargo, la familia pasó a un resignado y admirable segundo plano en cuanto Haskins tomó las riendas del equipo. Lo primero que preguntó tras ver las instalaciones fue dónde podía encontrar al periodista que redactaba para el periódico local las noticias de los Miners y, cuando lo supo, se fue a hablar con él.

Ray Sánchez, periodista de El Paso Herald Post desde 1949 hasta 1989, se encargaba de la información de deportes. Un día de 1961, cuenta el periodista, estaba en el despacho cuando vio “aparecer una sombra enorme tapándome la luz que entraba por la puerta hasta que ésta se abrió y apareció ante mí un gigante rubio que me dijo: “Hola, soy Don Haskins, entrenador de los Miners, ¿tomamos una cerveza?”. Un primer encuentro que dejaba muy a las claras que Haskins no improvisó ni una sola vez en su vida.

Desde que llegó a El Paso en 1961 para empezar a entrenar al año siguiente hasta 1978 en los entrenamientos de Don Haskins había varias normas: hacer todo lo que él dijera como él dijera y no parar a beber agua. En la Western, el equipo de baloncesto no tuvo agua en los entrenamientos durante los 17 primeros años de carrera de Don. Y sólo cuando los Miners cambiaron de pabellón, Tim Floyd, su ayudante de entonces, se atrevió a consultarle la posibilidad. “No me gustaba la idea, porque si los entrenamientos son duros, los jugadores agradecen los partidos”, reconocía el propio Haskins, “pero no fue una idea tan mala”. Cosas como aquella le hicieron ganarse el sobrenombre de Oso.

¿Por qué el mote de ‘El Oso’? Él mismo lo contaba. El director de deportes de El Paso Herald Post, Eddie Mullins, era bueno poniendo motes. Uno de los más ilustres fue el de Nate ‘the skate’, refiriéndose a Nate Archibald. Un día le sorprendió con lo de Oso, y reconoce el entrenador que no le gustó nada la ocurrencia. La razón es que siempre gruñía a sus jugadores, siempre les estaba exigiendo más y más. Le gustase o no, era un sobrenombre que le iba magníficamente, y con él entró en el Hall of Fame en 1997.

Don Haskins empezó a entrenar a los Miners de Texas Western –la actual UTEP- en 1962, consiguiendo 14 participaciones en la NCAA, ganó 719 partidos antes de retirarse como un héroe en El Paso en 1999, pero su momento más grande fue cuando, en la temporada 1966 su equipo se proclamó campeón de la NCAA jugando la final sólo con jugadores negros. Enfrente tenía a la poderosa Kentucky de Adolph Rupp –que esa misma temporada fue nombrado entrenador del Siglo- y un jovencísimo Pat Riley ejerciendo de estrella. La temporada no fue fácil, los Miners de El Paso sufrieron centenares de ataques xenófobos. Los jugadores de color, por la sencilla razón de parecer diferentes, y los que no lo eran, por compartir vestuario, equipación y lealtad con quienes los blancos consideraban el temido hombre negro.

Fue un líder, un entrenador tenaz y que ayudó a mantener unidos a cada uno de los jugadores con sus equipos, ayudando a éstos a crecer, como personas y como jugadores. Cuentan algunos de los jugadores que, inesperadamente, ganaron la NCAA en 1966 que, muchas veces, la cantina de la Universidad les llevaban sándwiches al pabellón porque sus entrenamientos duraban tanto que los responsables del establecimiento tenían que cerrar. Togo Railey, uno de aquellos héroes, reconoce que “nos mandaba a hacer pesas hasta después de volver de un viaje a media noche”.

Durante aquella temporada los Miners tuvieron que superar multitud de trabas. Cuando viajaron a jugar contra la Universidad de West Texas State, el público les insultaba y les escupía al banquillo. “Negratas, monos y carbonillas” eran algunas de las lindezas con las que tuvieron que lidiar durante todo aquel difícil año. Otro de los mitos que cayó en aquella temporada fue el que afirmaba, medios de comunicación mediante, que los atletas negros no aguantaban la presión. Don Haskins sabía que tenía que utilizar toda la rabia de sus jugadores para hacerles ser un equipo y llevarlos hasta lo más alto. Creó, a partir de insultos y vejaciones, el sentimiento de equipo más fuerte jamás conocido hasta esa fecha.

Tres años antes de aquella final histórica, no había ni un solo jugador negro en la Conferencia Suroeste y, tan solo tres años después, ya había un equipo en el que todos sus jugadores eran de color. Aquel partido fue el más importante de la historia del baloncesto. Al desafiar Haskins todas las leyes no escritas, todos los demás entrenadores tuvieran vía libre para poner en la pista a jugadores negros.

No fue un cruzado, sólo quería ganar partidos y, para ello, puso en la pista a los que mejor se ajustaban a las necesidades de su sistema. No provocó el mayor terremoto de la historia social del baloncesto de manera premeditada, del Instituto Hedley saltó a la Universidad de El Paso y conocía de sobra los limitados recursos que ésta le ofrecía. Pero tenía una cosa a su favor, era un hombre que encajaba perfectamente con el ambiente: los cactus, las serpientes, los coyotes, las botas de vaquero… Él era así, duro, áspero. No había término medio para Don Haskins, y quizá por eso ha tenido éxito y el pabellón donde juega ahora la UTEP se llama Don Haskins Center.

Al día siguiente de ganar a Kentucky por 72-65, los jugadores de El Paso cogieron un avión de American Airlines muy temprano. Cuando llegaron, se encontraron con 10 kilómetros de gente aplaudiéndoles. Desde el aeropuerto Montana hasta el centro de la ciudad pero, lamentablemente, Eddie Mullins, Director de la sección de deportes de El Paso Herald Post, reconoce que durante los días previos a la final, le llegaron muchas cartas que insultaban y amenazaban a él mismo y al equipo de los Miners con frases como “pudríos si ganáis y pudríos también si no ganáis”. Incluso hubo alguna de algún líder negro, al que Haskins y él han mantenido en el anonimato hasta hoy, que llegó a afirmar que ‘El Oso’ era un explotador. La realidad fue que un entrenador ambicioso y con ganas de jugar un baloncesto se sirvió de unos chicos que jugaban al baloncesto. Él mismo lo aclaraba: “Me preguntan a veces si jugué aquella final sólo con jugadores negros a propósito, y siempre contesto lo mismo: jugué con mis mejores jugadores”.

El equipo

24.- Willie Worsley, base, 1’82 m. Demasiado competitivo, se dice de él que hacía mates porque alguien le había dicho que era demasiado bajito para hacerlos. Anotó ocho puntos y capturó cuatro rebotes en la final del 66. Actualmente entrena al Instituto Spring Valley de Nueva York

14.- Bobby Joe Hill, escolta, 1’90 m. Era el alma del equipo, dominaba el balón y podía anotar y asistir y, además, era el gracioso del grupo. Anotó 20 puntos y robó dos balones que no dejaron opción a Kentuky. Murió a los 59 años por un ataque al corazón siendo directivo de una empresa local Gas en El Paso.

21.- Jerry Armstrong, escolta, 1’82 m. No jugó la final por ser blanco. Rocoso y duro que intimidaba hasta a sus propios compañeros por sus cualidades físicas. Entrenó a institutos de Missouri durante 21 años antes de retirarse en 1996.

42.- David Lattin, pívot, 2 metros. Era alto, era fuerte y tenía una mirada que asustaba. Anotó 16 puntos y cogió 9 rebotes en la final del 66. Acaba de escribir un libro que se puede adquirir en su web.

11.- Willie Cager, base, 1’80 m. Positivo, siempre sabía qué decir y qué hacer cuando iban perdiendo. Su contribución en la final fueron ocho puntos y seis rebotes. Trabajó en la educación de los jóvenes de El Paso.

32.- Nevil Shed, pívot, 2’04 m. Era el experto defensor en la zona de Haskins y, además, era el líder espiritual del equipo y lo mantenía unido. Actualmente trabaja en la Universidad de Texas-San Antonio como entrenador.

23.- Orsten Artis, escolta, 1,83 m. Era un anotador que tiraba mucho mejor bajo presión y nunca perdía los nervios. Tras una larga carrera como detective en Gary, Indiana, se retiró.

44.- Harry Flournoy, pívot, 2,00 m. Era el reboteador del equipo, se hacía con todos los balones. En la final del 66 sólo pudo jugar dos minutos por un esguince de tobillo. Trabaja en la base de Bimbo en Los Angeles.

22.- Louis Baudoin, alero, 1,92 m. Se dice de él que podía anotar 20 puntos por partido, pero que entendió el rol que Haskins le había reservado. No jugó en la final por ser blanco. Adora hacer esculturas y se retiró en el 2000 tras 33 años como profesor y entrenador en la Academia Alburquerque.

15.- David Palacio, alero, 1,89 m. Tenía mucha disciplina consigo mismo y era muy exigente. Tenía calidad y era muy trabajador. No jugó en la final por ser blanco. Actualmente trabaja como directivo de una discográfica.

31.- Dick Myers, pívot, 1’97 m. Era el azote de sus compañeros negros, los espoleaba y ayudaba al entrenador a ponerlos al límite. Actualmente vive en Nueva Jersey como directivo de una empresa de baloncesto.

25.- Togo Railey, alero, 1’86 m. Un buen chico que ayudaba al entrenador. Cuando se graduó entró a formar parte del equipo de ayudantes de Haskins. Actualmente vive en El Paso. No jugó la final por ser blanco.
Aitor Pilán de Miguel
Redactor independiente

www.acb.com

martes, septiembre 09, 2008

PUCV VENCE A LA UV 66-60 Y CLASIFICA AL NACIONAL DE BASQUETBOL VARONES

Después de cinco años la PUCV gano el torneo Fenaude Zona Costa, al derrotar en emotivo partido a su clásico rival y en su propia cancha.

Los cinco títulos consecutivos del torneo Naval y los cuatro del Fenaude, marcaban la rivalidad deportiva entre los dos mejores equipos de básquetbol de la década del 2000 en la región de Valparaíso. Es que un PUCV/UV es ya un clásico del basquetbol local, en donde además, están buena parte de los mejores jugadores de la zona.

El partido se jugó en el Polideportivo de la UV y con un buen marco de público. En el inicio ya quedo demostrado, que el partido se iba a jugar con todo y que nadie regalaría nada. El 21-18 a favor de la UV, marcó un mejor inicio de los locales, liderados por Haberle y Barry. Por el lado católico Proboste desde el arranque lideraba a su equipo y aportaba en goleo. La PUCV, apostó siempre y durante todo el partido a atacar bajo el cesto, en donde además dominó el rebote.

En el segundo cuarto, la paridad se mantuvo y la UV se fue arriba 34-30 al final del primer tiempo. Las faltas personales en jugadores claves de ambos equipos comenzaron a marcar el desarrollo del juego, lo que se vería reflejado en los dos últimos periodos. En el tercero vino lo mejor de la PUCV, con un Gómez que al fin apareció y con el notable aporte desde la banca de Ramírez, Ortega y Sasso en la PUCV. Haberle con tres faltas, estuvo largos minutos en la banca, y cuando regreso no mantuvo su buen rendimiento inicial.

Al último cuarto llegaron 46-50 con leve ventaja para la PUCV. El local no le encontraba la vuelta al partido y sus mejores hombres no aparecían de forma constante. La PUCV rotaba mejor el balón y encontraba variantes para llegar al gol. Con el aro cerrado para los campeones defensores, la PUCV, tomo buenas decisiones, anotó los libres y selló una merecida victoria por 66-60.

De esta manera los dirigidos por Alfredo Riera clasifican al nacional universitario, que se jugará en la Universidad de Santiago.

Reacciones:

“Mas allá del juego mismo, hoy los muchachos pusieron garra, coraje y nunca flaquearon en momentos difíciles del partido. Nos hemos preparado y esforzado mucho y al fin pudimos celebrar. El aporte de los jugadores desde el banquillo fue buenísimo, ya que nos permitió dar descanso a los titulares. Al nacional vamos con mucha ilusión, ya que tenemos equipo para estar en la disputa del titulo” ALFREDO RIERA, DT PUCV

“Imagínate, este es mi ultimo año en la Universidad y poder ir a un nacional es algo que no se como expresarlo. Hoy defendimos a muerte, todos, nos pasamos la pelota y creo que merecimos ganar. Ojala que este triunfo sea el regreso de la dinastía de Católica en el basquetbol regional. Ahora para el Nacional nos prepararemos para ir a ganarlo” JOSE LUIS PROBOSTE, CAPITAN PUCV

“Hoy hubo bajas individuales importantes que terminaron marcando un partido parejo. Felicito a la PUCV, fueron justos vencedores y creo que pueden soñar con el nacional. Esta derrota no debe empañar a este exitoso grupo que le dio 9 títulos a la Universidad y dos vice-campeonatos nacionales.” JOSE LUIS VERDEJO, DT UV

Síntesis Partido: Final Basquetbol Fenaude Zona Costa

Gimnasio: Polideportivo UV

Árbitros: Esteban Borquez, Crsitian Arancibia

Parciales: 21-18 /34-30/ 46-50/ 60-66

UNIVERSIDAD DE VALPARAISO: 60

Zapata (3) Cárdenas (10) Valdivia (9) Haberle (12) Granados (7) FI: Barry (16) Herrera (3) Abarca (-) Tapia (-)

DT: José Luis Verdejo

PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATOLICA VALPARAISO: 66

Proboste (16) Bustamante (9) Quero (2) Gómez (12) Collao (6) FI: Ortega (4) Díaz (4) Ramírez (10) Sasso (3)

DT: Alfredo Riera

Nomina Campeón:

04 Nicolás Quero

05 Juan Pablo Ortega

06 Pablo Gatica

07 Francoise Díaz

08 Mauricio Ramírez

09 Cristian Cabrera

10 Héctor Gómez

11 Diego Zelada

12 Ignacio Collao

13 Camilo Bustamante

14 José Luis Proboste

15 Braulio Sasso

16 Giorgio Sartori

DT: José Alfredo Riera

Asit: Manfred Martell

La final podrá ser vista por las pantallas de Quintavision (señal 9 de VTR) a contar del miércoles a las 18:00 horas

viernes, septiembre 05, 2008

Gheorghe Muresan: A centímetros de la gloria (y II)

Su salto a la NBA convirtió a Gheorghe Muresan en el jugador más alto en la historia de la competición norteamericana. Se hizo un nombre entre los grandes pívots de la época, pero sus achaques físicos de todo tipo provocaron su retirada. Daniel Barranquero relata el final de la trayectoria de un hombre querido y admirado allá por donde pasa.

Washington sería testigo de primera mano de las peripecias de Muresan en la NBA. Cruzar el charco no le liberó de esa aureola de extrañeza y sorpresa que él llevaba consigo por su infinita altura. Si en Rumanía había tardado años en acostumbrar a los suyos a sus dimensiones y en Francia tuvo que ser protegido para no ser tratado como un bicho raro, en Estados Unidos debería nuevamente habituarse a ser el centro de atención desde su llegada.

Aterrizaba en la NBA, aquella competición cuya existencia ignoró hasta los 17 años, edad en la que unas fotos de las estrellas de la época despertaron la curiosidad de Gheorghe. Mas los cromos tomaban forma y Muresan se las vería cara a cara con ellos tras el periodo estival. Centenares de jugadores habían pasado por la mejor liga del mundo aunque ninguno estaba tan próximo a las nubes como el gigante rumano. Sus dos metros y treinta y un centímetros le convertían, por delante de Manute Bol -al que superaba por milímetros-, en el jugador más alto en pisar una cancha de la NBA en toda la historia de la competición. Guita asumió con naturalidad esa circunstancia, tanto que su dorsal elegido (número 77), reflejaba su altura en pies y pulgadas.

Su primera temporada fue de adaptación. A pesar de salir sólo dos veces como titular, sus doce minutos de media hacían intuir que, con un poco más de experiencia, el rumano tenía mucho que decir en la NBA. Sus 5,6 puntos y 3,6 rebotes por partido no eran nada de otro mundo, aunque su presencia en la zona y la intimidación de sus interminables brazos ponían en aprietos a más de uno. La 94-95 fue una campaña bastante más productiva para Muresan, que, firmando 10 puntos y 6,7 rebotes por choque, conseguía que por fin se hablase más de él por su rendimiento que por su físico. No obstante, el mejor año en la vida profesional de Gheorghe estaba aún por llegar.

En 1995 ya se sentía totalmente adaptado a su nueva vida. No necesitaba traductor y encajaba a la perfección en un equipo que contaba con jóvenes como Chris Webber, Juwan Howard y Rasheed Wallace que lo respetaban y admiraban. “Es un buen chico, no le importa que le hagan bromas porque él es el primero que se ríe de sí mismo”, declaraba el emergente Webber. Muresan tenía 24 años y estaba en su plenitud. Su lentitud era crónica aunque su destreza era mayor, puliendo sus fallos de descoordinación. Adelgazó sin perder por ello presencia o capacidad de intimidación.

El de Transilvania estaba dispuesto a comerse el mundo y ni la huelga en la NBA (lockout de la 95-96) logró frenar tal ímpetu. Con hambre de básquet, aprovechó los meses de parón para irse a jugar a Europa. Agradecido al Pau Orthez por servirle de trampolín, Gheorghe no dudó en aceptar el ofrecimiento francés. Se puso la camiseta con la que llamó la atención de media Europa y, en sólo ocho partidos, se convirtió en una pieza clave del equipo. Para el recuerdo queda el Olimpia Ljubljana-Pau Orthez, en el que había en juego una ansiada plaza para la fase final de la Copa de Europa. Los aficionados eslovenos centraron sus pitidos en el gigante rumano pero Ghita no se intimidó. Con una actuación portentosa, aderezada con un postrero coast-to-coast culminado en mate, convirtió los silbidos en aplausos y metió a los franceses en la siguiente ronda. Objetivo cumplido.

El lockout concluyó y, por tanto, el espectáculo volvía a los pabellones de la NBA. Con él, la consolidación de un Muresan más soberbio que nunca. Titular indiscutible, sus duelos con Sabonis o Swing resultaban excelsos. Capaz de sacar de quicio al mismísimo Shaquille O’Neal, el rumano hacía valer sus centímetros para crear el pánico en la pintura. “Defenderle en el poste bajo es como chocar con una pared, su espalda es gigante”, declaraba el pívot de los Bucks Marty Conlon. Un punto de vista que muchos otros jugadores interiores compartían.

El pequeño gran Gheorghe, que una década antes no conocía ni el tacto de un balón de baloncesto, se ganaba por méritos propios el galardón al Most Improved Placer (Jugador más mejorado), merced a sus 14,5 puntos y 9,6 rebotes por partido. Además, lideró la competición en porcentaje de tiros de campo y su fama iba más allá de sus impresionantes números. Muresan era sinónimo de carisma, de sintonía con el aficionado. “La persona que soy se ha ido construyendo en la mirada de los demás”. Gheorghe aceptaba con naturalidad su rol de protagonista en todos los ámbitos de su vida y se convertía en un ejemplo dentro y fuera de las canchas por su filosofía modélica.

El principio del fin, una retirada agónica

La campaña 96-97 no fue tan productiva. Si bien por segundo año consecutivo fue el jugador con mejor porcentaje de tiro (superando la mítica barrera del 60%), la actuación del rumano no cumplió las expectativas generadas. Sus primeros problemas físicos y la destitución del técnico Jim Lynam, gran valedor de Muresan, influyeron en su temporada y sus números se resintieron: 10,6 puntos y 6,6 rebotes por encuentro. No obstante, si el de Transilvania hubiera adivinado la vorágine de infortunio que se le avecinaba, hubiese firmado tener campañas como ésta durante el resto de su trayectoria. Con tinta… o sangre si hiciera falta.

El año siguiente lo pasó en blanco. El tendón de su tobillo derecho dijo basta y, con sólo 26 años, Gheorghe comenzaba el principio del fin. Un final largo y agónico, en unos años llenos de lesiones, de mala suerte, de dolores físicos y de incertidumbre. En la 98-99 Muresan firmó por los Nets, con los que sólo pudo jugar el último minuto de la temporada por sus problemas de espalda. La temporada siguiente estuvo nuevamente marcada por los achaques de toda índole en el gigante rumano, que había perdido facultades. Guita estaba más lento que nunca y hasta sufría para ir de un lado a otro de la cancha. Su consuelo fue poder despedirse de su particular sueño americano con esporádicas presencias en una treintena de encuentros, en los que promedió 3,5 puntos y 2,3 rebotes.

Guita vivió en este trienio la otra cara del baloncesto. El mismo deporte que había convertido su enfermedad en herramienta para el éxito parecía volverle la espalda. Ese básquet que encumbró al tímido pívot parecía ponerle ahora obstáculos en el camino. Con sus lesiones, arreciaron las críticas y las burlas. Algunos pensaban que las constantes apariciones del rumano en anuncios, programas televisivos e incluso pantallas de cine (protagonizó junto a Billy Cristal la película “My Giant”) no eran la mejor forma de recuperarse de sus lesiones. Otros, como Charles Barkley, aprovechaban el mal estado físico de Gheorghe en sus últimos coletazos como jugador NBA para mofarse de él. “Los tres grandes misterios del Siglo XX son el caso Lindbergh, quién mató a JFK y quién ganaría una carrera entre Serge Zwidder y Gheorghe Muresan”.

Muresan barajó la retirada tras no convencer a los técnicos de Utah Jazz y Dallas Mavericks en las ligas de verano, aunque aún tuvo motivación para iniciar en la campaña 2000-2001, su tercera aventura en Pau. La torre transilvana no se había dejado ningún centímetro por el camino, pero su renqueante físico provocaba que ya no pareciera aquel joven que había enamorado a principio de los 90. No obstante, firmó unos dignos 11,7 puntos y 5,3 rebotes por choque en la Suproliga, en un equipo en el que coincidió con Roger Esteller, el joven Boris Diaw y los prometedores hermanos Pietrus.

Gheorghe quiso igualmente despedirse de su selección, en la que aún seguía cosechando encuentros de mérito. El último de ellos, en el que 24 puntos y 13 rebotes llevaron su sello, sirvió para clasificar a Rumanía a la siguiente fase del Preeuropeo. Sonaba a broche de oro ideal a su trayectoria mas al bueno de Ghita le restaron ganas, tras 17 meses de inactividad, de volver de su retiro de Nueva Jersey, enfundarse la elástica amarilla de su país y anotar una decena de puntos frente a España en 2003, su última aparición en la escena internacional.

Tocaba hacer balance tras la retirada, traumática para el rumano. “Fue una decisión muy dura, tenía la vida más bonita del mundo hasta que me tuve que retirar. Me hubiera gustado jugar más porque era mi sueño pero no podía. Me dolía la espalda, la rodilla, las piernas. No podía hacerlo bien en la pista pero lo intenté”. Muresan se entregó a su vida familiar, se involucró en un proyecto para la formación de jugadores y aceptó el cargo de embajador de Washington en la NBA.

Matt Williams, subdirector de comunicaciones de los Wizards, tenía claro que el rumano era el hombre ideal para el puesto. “Es el ídolo de los aficionados, la gente reconoce lo bueno que es y el gran trabajo que hace. Él no es egoísta, habla con todo el mundo, bromea constantemente y es un enamorado de la vida”. Excepto experiencias eventuales (fue temporalmente seleccionador rumano y vistió la camiseta de los Maryland Nighthawks de la ABA), ésta es la única relación que Guita mantiene hoy por hoy con el mundo del básquet.

Ver el aro más cercano que cualquiera de sus rivales ya no le sirve para ganarse la vida como jugador de baloncesto. Su altura, fuera de los focos mediáticos, le continúa convirtiendo en el centro de atención allá por donde pase, algo que le ocurrirá hasta el último día de su vida. “Yo siempre he vivido así, no sé cómo sería si todo fuese distinto. Cuando me preguntan cómo se está midiendo 2,31, yo pregunto qué se siente al medir 1,80”.

Víctima del gigantismo, una enfermedad de la que aún falta mucho por conocer, Muresan toma medicación periódicamente y se inyecta cada día para controlar la hormona de crecimiento. En el caso contrario, su esperanza de vida podría ser hasta diez años menor y su salud se vería muy afectada. “No siento que sea un enfermo, estoy bien de salud. Los doctores dicen que es una forma de cuidarme a mí mismo, no pillar sobrepeso y poder vivir hasta mayor edad”.

Simbólica la vida de George. Un especialista médico le descubrió para el básquet y el básquet le sirvió a su vez para controlar su enfermedad y así salir adelante. El gigante de la sonrisa perenne luchó, con y sin balón, para dejar de ser un bicho raro y el centro de las burlas de todos. Sus años de lesiones, que convirtieron en agónica una retirada que prácticamente duró más que sus años dorados, no pueden empañar el buen recuerdo que dejó Muresan, que se quedó, valga la paradoja, a centímetros de la gloria. Héroe en Rumanía, ídolo en Francia, respetado y querido en Estados Unidos. El carisma no entiende de centímetros.

Daniel Barranquero
Redactor independiente

WWW.ACB.COM

miércoles, septiembre 03, 2008

EL COLEGIO PATMOS DE VIÑA DEL MAR GANA ABULTADAMENTE AL LICEO SALESIANOS SAN JOSÉ DE PUNTA ARENAS Y SE AFIANZA COMO CANDIDATO AL TITULO

• El equipo representante de la Quinta región en otro avasallador partido se impuso a su rival más díficil del grupo por 86 a 41 y logró avanzar con facilidad en el grupo C.

Con una gran actuación del base armador del colegio Patmos de Viña del Mar, Pablo Jara, los representantes de la Quinta Región se impusieron en otro partido de gran nivel ante el Liceo salesianos San José de Punta Arenas que representan a la duodécima región de Magallanes, quienes asomaban con los rivales más complicados de los viñamarinos.

El Patmos dominó el partido desde un principio, finalizando ya el primer tiempo con 25 puntos de diferencia 35 a 10, lo que ya ponía en evidencia el ganador del partido.

En el segundo tiempo siguió el dominio de los representantes de los campeones regionales y fue así como finalizaron el partido por el abultado marcador de 86 a 41.

Pablo Jara, figura de los viñamarinos señaló que “nosotros teníamos la ventaja que conocíamos a nuestros rivales y por ahí se hace mas fácil el partido, pero con estos triunfos nosotros queremos salir campeones de este campeonato nacional”.

Con esta victoria el colegio Patmos aseguró su paso a la siguiente ronda de ganadores, en tanto, el equipo de Punta Arenas se verá obligado a ganar para poder avanzar de ronda.

SS.CC AVANZA EN SERIES MENORES

Cadetes y Juveniles sumaron triunfos ante Israelita y Colegio Nacional el fin de semana.

Tras un tibio inicio de torneo, las series sub 16 y sub 18 de Sagrados Corazones se han encumbrado en los lugares de avanzada del torneo oficial viñamarino en las categorías cadetes y juveniles.

En cadetes derrotaron a Israelita por 75 a 63 con 20 puntos de Francisco Prokurica y 16 de Nicolás Maine. La serie cadetes sub 16 está muy cerca de clasificar entre los cuatro primeros, tras sumar triunfos ante Everton, Forestal, José Cortes y solo una derrota ante Villa Moderna.

En juveniles SS.CC goleo a Colegio Nacional por 60 a 35 con 21 puntos de Matías Carcamo y 10 de Hugo Zuluaga. En la sub 18 los estudiantiles solo cayeron ante Israelita y ya están prácticamente clasificados a la ronda final.

Cabe destacar que el 50% del equipo cadete y juvenil, lo forman jugadores que fueron incorporados en los dos reclutamientos que hizo el Club en marzo y junio, y provienen de distintos cerros de la comuna de Viña del Mar.

El ex campeón de Dimayor y seleccionado chileno Mack Hilton es el encargado de ambas series.

SELECCIÓN BASQUETBOL VARONES SE ENTRENA DE CARA A LOS JUEGOS BINACIONALES

Equipo es dirigido por el cuerpo técnico de SS.CC y por vez primera reúne a jugadores de todas las comunas de la región.

Entrenando seis días a la semana se encuentran los integrantes de la pre selección masculina de basquetbol, que representará a la región de Valparaíso, en los Juegos Binacionales de Integración Andina del 29 de septiembre al 5 de octubre en la séptima región.

Este año, el equipo es preparado por el cuerpo técnico de las series juveniles del club Sagrados Corazones, con el internacional Mack Hilton como técnico principal y Nestor González como asistente.

Hasta ahora se encuentran entrenando doce jugadores, de los cuales solo diez irán al certamen. El proceso se inicio con cerca de 30 jugadores.

Este jueves a las 20:00 horas en el gimnasio Arlegui, la pre selección se medirá en un amistoso con el equipo adulto de Forestal. Anteriormente jugaron contra SS.CC y Everton.

Club Deportivo Sagrados Corazones-Viña del Mar

Matías Carcamo Moreira, base
Sebastian Silva Balcazar, ala-pívot

Club Deportivo Árabe-Valparaíso

Diego Aguirre Diez, pívot
Bruno Núñez Larrain, ala-pívot
Diego Zelada Varas, alero

Club Deportivo Israelita Maccabi-Viña del Mar
Julio Vilas, pívot

Club Deportivo Villa Moderna-Viña del Mar

Rolando Arteaga Díaz, escolta
Jorge Calderón Ibacache, alero

Club Deportivo José Miguel Carrera-Valparaíso

Jonathan Irribarra Polloni, escolta


Club Deportivo Liceo Mixto Los Andes

Matías Abarca Caldera, alero
Daniel Salinas, base

San Felipe
José Cornejo Ormeño, alero

martes, septiembre 02, 2008

Gheorghe Muresan: A centímetros de la gloria (I)

Gheorghe Muresan fue uno de los jugadores más carismáticos de la década de los 90. Su altura, un problema en su niñez, le abrió las puertas del básquet y le convirtió en una promesa emergente. En esta primera entrega, Daniel Barranquero nos acerca la figura de este tímido adolescente que pasó de su Rumanía natal a Francia y de allí, al sueño de la NBA.

Gheorghe tenía un problema. No había salido casi nunca de Triteni, un pequeño pueblo de Rumanía, pero aquella vez necesitaba desplazarse a la vecina Cluj-Napoca, en el corazón de Transilvania. Ghita –“El pequeño Gheorghe”-, como paradójicamente se le llamaba, visitó a un especialista médico para tratar su dolor.

La visita del adolescente de quince años impactó al doctor. No todos los días se ve un 2,07 en tu consulta. Menos aún con esa edad. El especialista le preguntó a Ghita dónde jugaba. “¿Jugar a qué?” La respuesta del tímido Muresan no era la esperada. Si ya de por sí era poco común ver a un chico con semejantes características físicas, más difícil parecía que éste coincidiera con un amante del baloncesto en la Rumanía profunda. Dichosa alineación de planetas. Lo cierto es que el doctor, a su vez, hacía las veces de árbitro en sus ratos libres. No tardó en descolgar el teléfono para llamar a su amigo, entrenador de la Universidad de Cluj-Napona: “Ni te imaginas lo que acabo de ver”.

Corría el año 86. En realidad su historia de cuento de hadas tenía origen en los inicios de la década anterior. Un 14 de febrero de 1971 nacía, en el seno de una humilde y pobre familia, Gheorghe Muresan. Si alguien les hubiera comentado a sus progenitores que ese bebé llegaría a la NBA, probablemente éstos lo hubieran tomado por loco. Mas el verdadero capricho del destino sería el hecho de que los padres del jugador más alto de la historia en la liga norteamericana, no llegaran al metro ochenta.

Las exageradas proporciones de Muresan no eran fruto de la herencia genética sino de una disfunción en la glándula pituitaria, lo que le provocó un crecimiento incontrolado. El tumor fue descubierto en su adolescencia pero, al no haber en la región ningún especialista que pudiera extraérselo, el joven rumano se resignó a aceptarse a sí mismo y a esperar pacientemente algún tipo de solución.

Ciertamente, Gheorghe se tomó con filosofía su enfermedad de gigantismo y la transformó, por paradójico que resulte, en una virtud. La herramienta perfecta para triunfar, por muy duro que resultara el camino hacia el éxito. Ya en Cluj-Napoca, donde había expectación por ver si se podían explotar sus condiciones para el básquet, Muresan no debutó con buen pie. “En mi primer equipo yo era el peor de todos”. Sumaba más errores que puntos y la adaptación no fue fácil. “Estaba en mala forma pero a mí me gustaba jugar y me esforzaba mucho. Sentía haber nacido para este deporte”.

En juego, su orgullo y el de su propia familia. “Entrenaba a todas horas porque no quería que mis padres se sintieran avergonzados por mí. No quería ser profesional, lo único que deseaba era ganar encuentros con mi equipo”. En los años posteriores, Muresan continuó su crecimiento en todas sus vertientes. Era más maduro, prometía como jugador de baloncesto y su cuerpo parecía no tener techo. Todo ello le condujo al equipo más importante de la ciudad, aquel en el que su vida daría un giro.

El disciplinado pívot daba pasos de gigante, nunca mejor dicho, en algo que comenzaba a dejar de ser un hobby para convertirse en un proyecto de futuro. Las actuaciones de Muresan con la Universidad de Cluj-Napoca no pasaron desapercibidas para la Federación Rumana de Baloncesto, que convocó con celeridad al pívot para su selección junior, ávida de jugadores de nivel. Con ella, Gheorghe viajó hasta Edmonton para disputar el Campeonato del Mundo de la categoría. Canadá, ahí era nada para el de Triteni.

Muresan, que hacía poco más de un lustro no sabía ni botar una pelota, salía de su Rumanía natal para defender a su país. Y de qué forma. En ese Mundial Junior de 1991, Rumanía consiguió un histórico quinto puesto, justo por delante de España. Gheorghe, además, fue incluido en el quinteto ideal después de ser el segundo máximo anotador (23,4 puntos) y mejor reboteador (11,4) del torneo. Menuda carta de presentación a nivel internacional.

Su evolución le llevó inevitablemente a la selección absoluta de su país. Pese a que el equipo nacional rumano era débil, Guita no se amilanó, logrando actuaciones portentosas (por encima de los cuarenta puntos), que le convertían, a su corta edad, en uno de los deportistas más reconocidos en su tierra. No obstante, el rumano aún debía dar el paso definitivo, aquel que separa a las promesas de las realidades. Como si de un guión de película se tratase, el partido que cambiaría su vida no tardaría en llegar.

Viaje de ida y vuelta a Pau

Octubre de 1991. Segunda ronda en la extinta Recopa de Europa. A priori, un partido más para el Pau Orthez, que no veía al Cluj-Napoca como un rival que pudiera crearle excesivo peligro. Sin embargo en el partido de ida en tierras transilvanas, algo grandioso iba a suceder. En aquella noche de otoño, el gigante de Triteni dejó atrás su infancia definitivamente. Adiós a las burlas crueles acerca de su enfermedad, adiós a sus comienzos erráticos en el mundo de la canasta. El “pequeño Gheorghe” se convirtió en el gigantón Muresan. Canasta tras canasta, el pívot dejó atónitos a los jugadores franceses.

La táctica del cuadro rumano era simple: balones a Muresan. Éste transformaba en puntos su superioridad manifiesta antes sus rivales o aprovechaba su excelente lectura de juego para pasar a los exteriores en posición franca de tiro. En defensa, el interior del Cluj-Napoca era una pesadilla para los de Pau. Punteaba cualquier balón, haciendo corregir el tiro de sus oponentes en múltiples ocasiones. La exhibición de Gheorghe se vio reflejada en el luminoso, que señalaba una victoria aplastante del cuadro local por 22 puntos al descanso.

Sólo una reacción a la heroica del cuadro galo dejó abierta la eliminatoria (107-101), pero el verdadero protagonista del duelo tenía nombres y apellidos: Gheorghe Muresan. Imparable, mariscal, apabullante. El protagonista, mientras recibía extasiado los abrazos y felicitaciones de sus compañeros, aún no era consciente de que sus 39 puntos logrados marcarían totalmente su futuro.

Una semana después, se disputaba el encuentro de vuelta en tierras francesas. El Pau Orthez había preparado el choque a conciencia, con la intención de encontrar la fórmula para parar a Muresan. Sin embargo, el rumano volvió a estar inconmensurable y sólo su quinta personal en los últimos minutos del choque (cuando su equipo aguantaba aún la renta de la ida), despertó en forma de derrota a los chicos de Cluj-Napoca de su sueño europeo: 100-89.

No por tópico es menos cierto que, en ocasiones, una derrota épica engrandece y dignifica más que una propia victoria. Si bien la Universidad de Cluj-Napoca sólo podía consolarse con el recuerdo de que una vez tutearon a un clásico del básquet europeo, la imagen del transilvano salió muy reforzada de aquel cruce de Recopa. Pierre Seillant, presidente del Pau Orthez, tuvo claro desde el mismo bocinazo final en quién basar el próximo proyecto de su equipo: Gheorghe Muresan.

Al verano siguiente, la escuadra francesa tuvo que competir con el Messaggero de Roma por su contratación, aunque finalmente Muresan se decidió por el club de Pau. Al fin y al cabo, era el que más le sonaba tras su enfrentamiento en la campaña anterior. En Francia, se abría un abanico de posibilidades para el rumano, tanto a nivel personal como profesional. Por fin pudieron extirparle su tumor en la glándula pituitaria, la barrera del idioma la solventó con clases intensivas de francés y su adaptación a un conjunto de mayor nivel fue más rápida de lo imaginado.

Se le protegió enormemente desde el propio club, que intentaba librar al rumano del morbo que despertaban sus proporciones. Seillant, incluso, le prohibió conceder entrevistas para evitar el carácter circense que éstas tenían. Muresan era tan bueno como ingenuo y se podían aprovechar de él, con el riesgo de ser tratado como un monstruo o un animal de feria.

Además de madurar en el plano personal, en Pau aprendió a competir con mayores exigencias, descubriendo la riqueza táctica de este deporte en un equipo que no se limitaba al constante “balones-a-Gheorghe” de los años anteriores. Asimismo, el contraste fue profundo a nivel físico. Por primera vez en su carrera trabajó con pesas, para mejorar su musculación y su forma física. Todo ello, unido a sus enormes ganas de aprender y mejorar día a día, convertían a Muresan en una indiscutible estrella emergente.

Con sólo 22 años, a pesar de ser prácticamente un novato en el deporte de la canasta, el rumano conseguía parecer omnipresente cada vez que el balón se acercaba al aro. Llegaba a todo. Taponaba y punteaba tiros rivales sin necesidad de saltar, monopolizaba los rebotes defensivos y marcaba cada vez con más comodidad. Eso sí, sin aprovecharse de su altura para machacar. “Hacer un mate es espectacular. Pero es espectacular para aquellos jugadores que miden dos metros o menos. Para mí, el mate es fácil. Por tanto, prefiero buscar espectáculo con otro tipo de tiros”.

En el plano técnico, mejoró su desplazamiento y su motricidad. Además, se acostumbró a ser el hombre a parar de su equipo, sin quejarse nunca por nada. Sus 18,7 puntos y 10,3 rebotes por encuentro sirvieron para que el Pau Orthez alcanzase el subcampeonato nacional. Además, el equipo galo ganó la Copa y llegó hasta cuartos de la antigua Copa de Europa. En la máxima competición europea aprovechó sus duelos contra el Real Madrid para reivindicarse como un valor al alza. No se acobardó (23 puntos y 15 rebotes) ante otro techo europeo, Sabonis, en un duelo con tintes de grandeza y con visos de repetirse en el futuro.

Su nombre comenzó a ser relacionado con la NBA, despertando curiosidad en varios equipos. Muresan, siempre modesto, prefería ser paciente (“Antes de ir allí tengo que saber a jugar al baloncesto”), aunque los informes de los scouts comenzaban a avalar su partida al básquet estadounidense.

No obstante, el Barcelona entró en escena y se presentaba como una opción demasiado tentadora como para ser rechazada. El club blaugrana creía encontrar en el rumano el antídoto perfecto contra Sabonis y sabía que daría un golpe de mano al mercado europeo con su posible contratación. Incluso se barajó la elevada cifra de 130 millones de las antiguas pesetas como sueldo anual pero, cuando la llegada de Muresan a la ACB parecía inminente, un informe médico del cuadro barcelonista desaconsejó a última hora su fichaje.

El reconocimiento clínico no se hizo público, para no perjudicar al rumano de cara al draft de la NBA, en el que salió en una más que digna trigésima posición. En la tercera elección de la segunda ronda, los Washington Bullets apostaron por Guita, abriéndose un futuro lleno de incógnitas en su carrera. ¿Carne de banquillo? ¿Adaptación difícil? ¿Continuaría su línea ascendente o por el contrario su físico condicionaría su presencia en una competición de tanto nivel? Las canchas se encargarían de resolver tantos enigmas.

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