Jugoplastika: La generación del baloncesto en las venas
Una generación extraordinaria, en el sentido literal del término. Es la mejor forma de definir a los miembros de aquella Jukoplastika mítica que irrumpió en el panorama europeo hace 18 años de la mano de Maljkovic y que siguió extendiendo su influencia en la NBA, en la ACB y en toda Europa, primero en las canchas y después en los banquillos. Con la retirada de Kukoc y Cizmic, se cierra un ciclo plagado de talento, títulos y, sobre todo, pasión por este deporte. Ahora, iconos como Ivanovic, Perasovic o Tabak siguen aplicando la misma filosofía del equipo de Split en los banquillos de la ACB. Jordi Plà profundiza en este artículo sobre el calado de una generación fuera de lo común.
El próximo 6 de abril se cumplirán 18 años de la mayúscula y más celebrada sorpresa del baloncesto europeo. Fue en Munich, dónde nuestro deporte llegó de incógnito junto a un equipo que por aquel entonces no pasaba de ser un invitado de cartón piedra en la fiesta de la que iba a ser la segunda Final Four de la historia de la copa de Europa. Estaban el Aris de Yannakis, Gallis y Subotic; el FC Barcelona de Epi, Solábazal, Sibilio, Jiménez y Norris; o ese tremendo Maccabi con Mercer,Jamchy,Magee y Barlow entre otros. Eran los tres equipos que salían como ganadores en las casas de apuestas que había y que el gran público ignoraba.
Los otros, el otro equipo, eran unos imberbes chiquillos llegados allí desde los Balcanes con el baloncesto puro y duro, desnudo, como único aval. Como se demostró después (y luego durante tres años), lo único que importa en un partido; en realidad, lo último a que se apela en los análisis previos de cualquier fase final. Llegaron los partidos, las semifinales y la final. El Maccabi 99-Aris 86, y el Jugoplastika 87 - Barcelona 77. Y llegó el 6 de abril de 1989 con el Jugoplastika 75-Maccabi 69, resultado que con los años ha significado una relectura de la historia baloncestística continental.
“Eran unos jugadores que vivían para el baloncesto. Para ellos el baloncesto era una creencia, una religión y, como digo muchas veces, estaban teológicamente enamorados de este deporte”. Al habla Bozidar Maljkovic, entrenador,padre y guía de ese genuino Jugoplastika, del equipo que formaban Dusko Ivanovic, Dino Radja, Toni Kukoc, Goran Sobin, Zoran Sretenovic, Luka Pavicevic, Velimir Perasovic, Zan Tabak, Pasko Tomic, Teo Cizmic e Ivica Buric. Con una media de edad de 22,9 años a pesar de los 32 que postulaba Ivanovic, su trabajo era ganar. Hoy, más viejos pero con la misma ilusión, siguen a lo suyo, haciendo profesión del baloncesto.
Esta pasada temporada se retiraron en Milwaukee (Kukoc) y en Split (Cizmic) los dos últimos jugadores que quedaban en activo de ese misticismo conocido vulgarmente como gran equipo de baloncesto. Y a la espera de que la Pantera Rosa tenga algo mejor que hacer que construirse una gran mansión en las afueras de Split, en el monte Marian, el resto continúa trabajando en, por y para su deporte, su verdadero amor. La mayoría son entrenadores, pero desde presidente a ojeador, de director técnico a consejero o de asistente a representante, nada ha escapado a la teología croata de finales de los ochenta. Para Maljkovic, y a pesar de la unanimidad y lo inaudito del hecho, nada que altere sus facciones: “Ya sabía que muchos de ellos iban a seguir en el mundo del baloncesto, la mayoría como entrenadores. Algunas veces durante la temporada les decía que tenían que ser ellos los que prepararan el partido. Y lo hacían de una manera fantástica: cómo jugar contra Drazen Petrovic, dónde estaba su lado fuerte, cómo hacer las ayudas, cómo presionar al rival...”. Y concluye, con mucho orgullo y más satisfacción: “Esto es el nivel más alto que puede vivir un entrenador: ver que su equipo piensa como él”.
No puedo vivir sin ti
El primero en dejarlo fue Ivica Burica, croata que sólo jugó la temporada 1988-89 en la Jugoplastika y que un año después de ganar esa primera de les tres copas de Europa amarillas se retiraba en el Sibenka, con 27 años y un perfil clásico de retirada prematura: tercer base, hombre de entrenamientos - ni en las semifinales ni en la final jugó un solo segundo- y sin más futuro entre tanta clase y talento que la mediocridad como jugador. Ninguna lamentación, mirada al frente. Pasó una temporada sin hacer nada, pero ya en la 92/93 era asistente del Split. Y ya en la siguiente, con 29 años, entrenador jefe, cargo que ha ocupado las últimas 13 temporadas, siempre en Croacia o Bosnia -en dónde ganó la copa (02) y la liga (03) con el Siroki. También fue asistente de Bosko Bozic en la selección de su país en el 98 y el 99 y esta temporada dirige, con pocos resultados hasta el paréntesis navideño (3-8), al Apollon Patras griego. Carrera discreta al lado de la del siguiente en dejarlo, Dusko Ivanovic. Irreductible, en su última temporada como jugador (1995/96) ya ejercía también como técnico, en el Friburgo suizo. Su trayectoria, la más brillante de los protagonistas hasta el día de hoy: tres años en Suiza -dos ejerciendo también como seleccionador-, uno en Francia -títulos de liga, copa y Korac con el Limoges (99/00)-, cinco en Vitoria -con una ACB (02), dos copas (02 y 04) y dos finales de Euroliga (01 y 05)- y dos en Barcelona. Un carrerón que ni el propio Ivanovic sabe explicar muy bien como empezó: “Soy entrenador un poco por casualidad. Nunca pensé en vivir del baloncesto. Acabé derecho y trabajé tres años de abogado cuando todavía era jugador y antes de entrenar. La verdad, no sé qué razón dar. Ahora miro y veo que tengo una carrera como técnico. Es todo”.
Unos libros que ya quisieran para sí muchos de sus compañeros de ese equipo para cuando les llegue el momento de contar cuentos a sus nietos. Del Ivanovic de ese año, Maljkovic recuerda una anécdota que nos ilustra el grado de atención con el que vivía el actual técnico del Winterthur FC Barcelona su quehacer diario: “A Dusko como jugador no le gustaba mucho hablar. Casi no hablaba nunca. Siempre mucha concentración, pero sin decir nada. Eso a veces me molestaba, y hablé con él para que hablara más en el campo, entrenando y jugando. Lo aceptó, empezó a hablar pero al mismo tiempo a jugar mal. Entonces le dije: Cállate, cállate y sólo juega, que hablen otros. Hablaban Pavicevic, Sretenovic, Kukoc, y él metía las canastas más importantes. Muchos de los sistemas que teníamos para Dusko todavía hoy se utilizan en la ACB y la Euroliga”. Y al tiempo que Ivanovic emprendía su trayectoria en los banquillos, Goran Sobin dejaba el baloncesto en Vitoria, en la temporada 95/96 junto a Perasovic, Nicola, Rivas, Green o Millera entre otros, y, más por insistencia que por vocación Maljkovic lo introdujo como asistente de Ranko Zeravica. El experimento no cuajó, así como tampoco fructificaron los intentos reiterados de Dino Radja para emplazarlo en el organigrama directivo del Split años después, siendo el tosco pivote croata el único de ese equipo que no sigue oficialmente ligado al baloncesto, si bien ejerce de consejero en la sombra del equipo de la costa dálmata en donde por cierto, su hijo Josip ha empezado esta temporada (con 17 años) a jugar en el primer equipo.
La temporada 2000/01 es la siguiente en la parada del tren. En ella se bajaron como jugadores en activo Zoran Sretenovic, Pasko Tomic y Dino Radja. Este último después de un par de temporadas (01/02 y 02/03) en las que jugó cinco y tres partidos respectivamente con el Cibona y su Split, consiguiendo con éste el título de liga de Croacia. Desde 2003, sin embargo, ejerce de presidente de un KK Split que cuenta con Petar Skansi como director deportivo, hombre de baloncesto que esta intentado convencer al propio Dino y a Toni Kukoc para que acaben jugando los dos últimos meses de la presente temporada en el equipo. Parece que con Radja no habría problema, si bien otro cantar es convencer a Kukoc. En Pasko Tomic, otro de los desconocidos integrantes de ese equipo, se resume mejor que en nadie eso tan tarareado del Yo estaba allí.
Presente en las tres copas de Europa consecutivas, su figura en la pista fue siempre testimonial. Pero le gustó, y un año después de retirarse en la liga regional alemana empezaba su carrera como asistente en esa misma liga. Y actualmente, ya en la segunda división alemana, ejerce por primera vez de entrenador jefe en el Kirchheim Knights. Sretenovic por su parte abandonó el juego siendo el mejor pasador de la liga polaca (7,7 asistencias en el Stral Ostrow), y casi sin tiempo para pensárselo fichó como técnico jefe del Buducnost de Podgorica, debutando en la Euroliga de la temporada 2001/02. Firmó por tres años que nunca cumplió, fue asistente del Hemofarm hace dos temporadas y actualmente ejerce de entrenador de la federación serbia en el programa de formación de bases.
Sin respiro
Como Sretenovic, Velimir Perasovic y Luka Pavicevic, campeones en el 89 y en los dos siguientes títulos, apenas dejaron pasar un verano desde su retirada hasta volver a engancharse al baloncesto. Peras lo hizo como director técnico del Split (03/04), para debutar una temporada mas tarde en los banquillos de la ACB: 22 partidos en Sevilla, destitución y llegada a Vitoria nueve jornadas después del inicio de la pasada temporada y ya con una Copa y una Supercopa ACB en su palmares como técnico. Pavicevic fue otro que fue directo al grano. En su última temporada en el Estrella Roja jugó poco pero atendió y aprendió de Zmago Sagadin y de Aleksandar Trifunovic, y ya en la siguiente (03/04) cogió las riendas del OKK de Belgrado, en donde estuvo dos temporadas. Acto seguido, con el Hemofarm, llegó a la final de la copa de Serbia y a las semifinales de la Copa ULEB y de la Liga Adriática, éxitos que lo llevaron a fichar por el Panionios griego, en donde este curso sigue la estela (8-4) de los intocables Panathinaikós y Olympiacos. En el verano de 2005 además, se hizo con el bronce en el Europeo sub-20 celebrado en Chehov al frente de la selección serbia.
Hace dos temporadas quien lo dejó, forzado por las lesiones -sólo 10 partidos con el Unicaja-, fue Zan Tabak, actual asistente de Joan Plaza en el Madrid y que el pasado curso ejerció de scout en Europa para los Knicks de Nueva York. Cuenta el ex-pivote que “casi siempre decía que me retiraría y me iría a mi país a hacer otras cosas cuando dejara el baloncesto”. Pero enseguida admite: “Eran palabras de una persona que no sabía cómo iban las cosas en la vida, fuera del baloncesto. Enseguida descubrí que el baloncesto no era sólo mi trabajo, sino también mi vida”. Y prosigue: “Desde los 14 años hasta hoy no he estado más de unos días sin baloncesto. Quería tomarme un año de descanso, pero me llegó la oferta de los Knicks y en seguida ya trabajé en el baloncesto”.
Sin embargo, mirar y opinar de jugadores no era suficiente: “No sólo veía baloncesto como un scout, también como un entrenador. Sabía que mi sitio era a pie de pista. Como scout no tienes capacidad de decisión. Pasas informes y tu trabajo ya está hecho. Otros deciden. Vi que necesitaba una participación más activa. La adrenalina de los partidos, la preparación de los mismos, el trabajo de cada día... Por eso elegí entrenar”.
De once jugadores, seis son entrenadores, uno presidente, otro asistente, otro consejero, otro agente y sólo uno (¿por el momento?) amo de sus labores. Para Ivanovic no es más que “cosas de la vida. En esa época jugábamos por dinero, claro, pero nos gustaba mucho el baloncesto. Era amor por el baloncesto”. Sin tanto ardor, Perasovic sí que admite que esto es “otra señal de que aquel equipo fue especial. Sólo pensábamos en el baloncesto. Todo el mundo estaba muy metido en todo lo que hacíamos cada día, en cada entrenamiento. Yo no he estado en ningún otro equipo con una mentalidad para el baloncesto como ese”. Asimismo para Tabak, estamos ante otro ejemplo de los efectos irreversibles que producen ciertas obsesiones: “Estar todos aún dentro del baloncesto es por una adicción que incubamos en ese tiempo. Cuando eres jugador buscas días para descansar, y luego cuando acabas y los tienes te das cuenta que no puedes vivir sin el baloncesto”. Un sano vicio causado, según el actual miembro del cuerpo técnico del Madrid, por Maljkovic: “Él, con esa primera Jugoplastika, y a pesar de hablar de nuestros orígenes, ya nos dio el empujón definitivo a nuestras carreras. Nos inculcó el amor por el baloncesto. Por eso cada uno de estos jugadores que él tuvo está todavía hoy en baloncesto”.
Un equipo con unos hechos, una historia y un futuro que no tienen sitio en la boca de Boza: “Entrenador y equipo tienen que ser dos vasos comunicantes, y en ese equipo lo éramos. Cuando los jugadores estaban cansados, yo les ayudaba a conseguir moral con mi energía positiva. Y cuando yo estaba depresivo, ellos me daban la energía y la vida para continuar trabajando. En mi vida de entrenador sólo he vivido esto con ese equipo. Buscas palabras, y lo cierto es que era un equipo que no puedes definir”.
Vivir el baloncesto más allá de la vida, pensar cada una de las posibles horas del día en él y sólo él. “Están al principio de sus carreras, y deben saber que el baloncesto se cambia día a día, cada hora, y que debes estar pendiente y preparado para todo. No pueden creer que lo saben todo porque será su final”. El consejo de Maljkovic para sus cachorros, colegas y rivales de profesión es no dormirse en los laureles. Algo que parece que no hay que recordarles a estos alumnos más que aventajados del maestro. “Cuando hablamos de baloncesto entre nosotros lo hacemos de los problemas del baloncesto actual y de los problemas que tenemos en nuestros trabajos. Todo eso ya pasó”, sentencia Velimir Perasovic, resumiendo perfectamente el sentir de los ganadores.
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